Al acercarse el cierre del año escolar, el trabajo docente se intensifica: evaluaciones finales, elaboración de informes, cierre de actas y la presión por consolidar promedios. En medio de ese ritmo acelerado y de las múltiples exigencias administrativas, algo esencial que no debemos perder de vista, y que es mucho de los aprendizajes más valiosos de los estudiantes no siempre se reflejan en una calificación.
Como afirma Mariana Morales en su libro La evaluación formativa, “las notas pueden cerrar procesos, pero solo el feedback los transforma” (Morales & Fernández, 2022). Es ahí donde está el desafío, y también la oportunidad, para los equipos docentes y UTP: reconocer y comunicar el progreso auténtico de los estudiantes, incluso cuando las calificaciones no logran capturarlo todo.
En este artículo te proponemos una mirada pedagógica, respetuosa y alineada con la cultura de enseñar con alegría que promovemos en Umáximo, para terminar el año reconociendo de forma integral lo que tus estudiantes aprendieron.
La calificación es solo una foto, no la película completa
Las calificaciones son necesarias ya que permiten cumplir con la normativa y comunicar resultados. Pero como muestran las investigaciones, las calificaciones reflejan apenas una parte del proceso —los resultados visibles en un momento puntual— y muchas veces omiten aprendizajes importantes que ocurren en el camino (Brookhart, 2017).
Esto se vuelve especialmente relevante al cerrar el año escolar, cuando la mayoría de las decisiones se toman en función del promedio final. Sin embargo, es importante considerar los siguientes aspectos:
- Un estudiante puede mejorar en comprensión, persistencia o habilidades sin que eso se refleje en su promedio.
- Las notas suelen mezclar factores como puntualidad o comportamiento, afectando la lectura real del logro (Brookhart, 2017).
- La retroalimentación del proceso tiene mucho más impacto en el aprendizaje que una calificación (Hattie & Timperley, 2007).
Por eso, como plantea Morales (2022), no se trata de eliminar las notas, sino de “sacarles el peso” y devolverle el protagonismo al feedback como herramienta de mejora.
El aprendizaje invisible, lo que no se ve en una calificación
Cuando se acompaña de cerca el proceso de aprendizaje de un estudiante, es posible observar que la calificación es solo la punta del iceberg. Hay aprendizajes que no se traducen fácilmente en una calificación, pero que son igual o más importantes que estas.
Este aprendizaje invisible puede incluir:
- Nuevas estrategias de estudio utilizadas como mapas, esquemas, subrayado, autocorrección, entre otras.
- Mayor perseverancia frente a la dificultad de ejecución de tareas.
- Desarrollo de habilidades socioemocionales como pedir ayuda, trabajar en equipo, regular la frustración, entre otras.
- Mejoras en habilidades específicas como argumentar, formular hipótesis, corregir errores, entre otras.
- Desarrollo de procesos metacognitivos como justificar decisiones, explicar procedimientos o reflexionar sobre su propio trabajo, entre otros.
- Progreso respecto a su punto de partida al inicio del año escolar, no comparado con otros.
Estudios como los de Shepard (2018), Heritage (2010) y Wiliam (2011) confirman que estas competencias explican buena parte del aprendizaje sostenido en el tiempo, más allá de un resultado puntual.
Acciones concretas para reconocer ese aprendizaje de tus estudiantes
A continuación, te compartimos tres prácticas efectivas —basadas en evidencia— que puedes implementar:
1. Micro-evidencias de aprendizaje: pequeñas pistas que revelan grandes avances
Las micro-evidencias son pequeñas muestras del trabajo que permiten observar el progreso real de los estudiantes a lo largo del tiempo. No es solo una estrategia para que el docente evalúe, es una práctica que puede realizarse de manera conjunta con los estudiantes, ayudándoles a reconocer sus propios avances.
¿Cómo implementarlas?
Selecciona junto a los estudiantes dos momentos del proceso y compáralos. Por ejemplo:
- Lenguaje: Seleccionar un párrafo escrito por el estudiante al inicio del semestre y compararlo con otro escrito al final. Observar mejoras en coherencia, vocabulario o argumentación.
- Matemática: Comparar la resolución de un mismo tipo de problema en dos momentos distintos del año. Analizar cambios en la estrategia, organización o justificación del procedimiento.
- Ciencias: Analizar cambios en el registro de observaciones o conclusiones.
- Comprensión lectora: Documentar el uso de nuevas estrategias de lectura, como subrayado, inferencias o elaboración de resúmenes.
Estas evidencias pueden guardarse en un portafolio o compartirse en una reflexión oral. Lo importante es que el estudiante participe activamente en identificarlas y verbalizar sus avances.
¿Por qué funcionan?
Porque hacen visible el proceso más que el resultado, y como menciona Hattie (2009), documentar el progreso es una de las estrategias más efectivas para entregar retroalimentación significativa y fomentar la autorregulación.
2.Conversaciones breves de retroalimentación: un espacio seguro para reconocer el aprendizaje
Son diálogos individuales de 3 a 5 minutos que permiten reflexionar sobre el proceso, identificar logros y proyectar próximos desafíos. Más que “obtener una calificación”, estas conversaciones permiten cerrar un ciclo de aprendizaje de forma más enriquecedora.
¿Cómo implementarlas?
Al finalizar una unidad, proyecto o el año escolar, organiza una breve conversación con cada estudiante. Puedes guiar el diálogo con tres preguntas clave propuestas por Dylan Wiliam (2011):
- ¿Qué aprendiste realmente este semestre? Invita a los estudiantes a identificar aprendizajes significativos, más allá de los contenidos.
- ¿Qué puedes hacer hoy que antes no podías hacer? Ayuda a reconocer habilidades adquiridas, estrategias nuevas o cambios en la forma de enfrentar los desafíos.
- ¿Qué te gustaría seguir mejorando? Promueve la autorregulación, el pensamiento prospectivo y el compromiso con su propio proceso.
Estas preguntas pueden adaptarse según el nivel, asignatura o contexto. Lo importante es mantener un tono de escucha activa, respeto y acompañamiento.
¿Por qué funcionan?
- Refuerzan la identidad académica del estudiante.
- Visibilizan avances que la calificación no muestra.
- Permiten ajustar la enseñanza de manera más informada.
Además, este tipo de diálogo fortalece el vínculo pedagógico, generando un cierre de ciclo más humano y formativo.
2.Cartas de aprendizaje: reflexionar para reconocer y proyectar
Las cartas de aprendizaje son una herramienta que permite a los estudiantes expresar y reflexionar sobre su propio proceso educativo, reconociendo avances, dificultades y metas.
¿Cómo implementarlas?
Invitar a tus estudiantes a escribir una breve carta respondiendo a preguntas guiadas como:
- Este año mejoré en…
- Lo que más me costó fue…
- Me siento orgulloso de…
- Para el próximo año quiero…
Puedes realizar esta actividad en una clase final, como parte del cierre del año escolar o tras un proyecto importante. Idealmente, crea un ambiente tranquilo, con música suave o en un espacio distinto, para favorecer la introspección y la expresión personal.
Estas cartas pueden ser privadas (solo entre estudiante y docente), compartirse con la familia o formar parte de un portafolio de aprendizaje. También puedes invitar a algunos estudiantes a leerlas en voz alta si lo desean.
¿Por qué son funcionan?
- Fomentan la metacognición (Efklides, 2014).
- Refuerzan la autoestima académica.
- Visibilizan logros no siempre evidentes en una calificación.
- Ofrecen un momento de pausa y reconocimiento que transforma la evaluación en una experiencia emocionalmente significativa.
¿Cómo comunicar estos aprendizajes a estudiantes y familias?
La forma en que hablamos sobre evaluación impacta directamente en cómo estudiantes y familias entienden el aprendizaje. Por eso es fundamental utilizar un lenguaje que destaque procesos y avances, no solo resultados o calificaciones.
Evita frases que reducen el aprendizaje a un resultado puntual o que transmiten juicios cerrados:
- “Subiste/bajaste la nota”.
- “Te fue bien/mal”.
- “Te faltó para el rojo”.
- “No lograste el promedio”.
Estas expresiones no explican qué aprendió el estudiante ni cómo puede mejorar.
Prefiere utilizar frases que reconozcan el proceso como:
- “Este semestre desarrollaste la habilidad de…”
- “Lograste avanzar en tu capacidad para…”
- “Tu esfuerzo se notó especialmente en…”
- “Has mejorado tu forma de enfrentar los desafíos cuando…”
- “Ahora usas estrategias que antes no aplicabas…”
Este tipo de comunicación promueve una cultura de crecimiento y ayuda a estudiantes y familias a mirar más allá del número.
Reflexión final
Al terminar el año, puedes hacer algo más que entregar promedios: puedes abrir espacios de reconocer el esfuerzo y celebrar aprendizajes auténticos. Recuerda que evaluar también es acompañar. Cuando tus estudiantes sienten que sus avances son vistos y valorados, construyen confianza, sentido de logro y ganas de seguir aprendiendo.
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