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Re-enseñanza guiada por datos: transformar resultados en aprendizaje

AF
Andrea Fuenzalida Correa 23 de diciembre de 2025

¿En la práctica docente cotidiana hay una idea que cuesta aceptar, pero que todos hemos vivido: explicar bien un contenido no garantiza que los estudiantes lo comprendan. Podemos planificar con cuidado, elegir buenos ejemplos y dedicar tiempo a practicar, y aun así encontrarnos con evaluaciones que muestran vacíos, confusiones o aprendizajes incompletos. Cuando eso ocurre, la tentación suele ser avanzar por falta de tiempo o repetir la misma explicación esperando que esta vez funcione mejor. Sin embargo, ahí es donde la re-enseñanza cobra verdadero sentido.

Re-enseñar no significa volver atrás ni admitir un fracaso. Significa reconocer que el aprendizaje es un proceso y que no todos llegan al mismo tiempo ni por el mismo camino. La re-enseñanza consiste en volver a trabajar un contenido que no fue comprendido, pero haciéndolo de otra manera. Implica cambiar la estrategia, el enfoque o la forma de presentar la información, a partir de evidencias reales de lo que los estudiantes sí y no lograron comprender.

¿Qué es la re-enseñanza?

Re-enseñar no es decir lo mismo más lento ni repetir la clase tal como fue. Tampoco es “volver a abordar el contenido” de manera automática. Re-enseñar es una decisión pedagógica intencionada que pone el foco en el aprendizaje, no en la explicación.

Cuando re-enseñamos, dejamos de preguntarnos solo qué enseñamos y empezamos a preguntarnos qué se comprendió. Ese cambio de mirada es clave. La re-enseñanza parte de la idea de que el error no es una falla del estudiante, sino una señal que nos indica por dónde ajustar la enseñanza.

¿Por qué los datos son clave para re-enseñar mejor?

Re-enseñar sin datos es adivinar. En cambio, re-enseñar con datos nos permite tomar decisiones más claras y más justas. Los datos no tienen que ser sofisticados. Están presentes en el aula todos los días: en las respuestas incorrectas que se repiten, en los procedimientos incompletos, en las consignas mal interpretadas, en las preguntas que los estudiantes formulan una y otra vez y en los datos que podemos obtener a través de evaluaciones o plataformas.

Observar estos datos con intención nos ayuda a entender no solo que algo no funcionó, sino por qué. A veces el problema es conceptual, otras veces está en el lenguaje utilizado, en la falta de conocimientos previos o en la forma en que se presentó la tarea. Sin esta lectura, la re-enseñanza corre el riesgo de no resolver el problema de fondo.

Del dato a la decisión pedagógica

Una vez que analizamos las evidencias, llega el momento más importante: decidir cómo intervenir. No todas las dificultades requieren la misma respuesta. Cuando la mayoría del grupo presenta la misma confusión, probablemente sea necesario re-enseñar a todo el curso, pero con un enfoque distinto. Cuando el problema aparece solo en algunos estudiantes, el trabajo en pequeños grupos suele ser más efectivo. En casos puntuales, el apoyo individual puede ser la mejor opción.

También hay momentos en los que los datos muestran que el objetivo ya fue alcanzado y que insistir no aportará nada nuevo. La re-enseñanza basada en datos también implica saber cuándo avanzar. Esta toma de decisiones evita dos errores comunes: repetir todo para todos o seguir adelante sin que nadie esté preparado.

¿Cómo cambiar la estrategia al re-enseñar?

Una re-enseñanza efectiva siempre introduce un cambio. Muchas veces ese cambio comienza por trabajar con el error en lugar de evitarlo. Analizar errores frecuentes, compararlos con respuestas correctas y discutir por qué ocurren ayuda a los estudiantes a comprender los procesos de pensamiento involucrados.

Cambiar la forma de representar el contenido también es fundamental. Un mismo concepto puede necesitar distintas puertas de entrada: ejemplos concretos, esquemas visuales, situaciones cotidianas o modelado paso a paso. Mostrar cómo pensamos como docentes, explicando decisiones, dudas y verificaciones, permite que los estudiantes desarrollen estrategias propias para aprender.

La práctica durante la re-enseñanza debe ser breve pero intencionada. No se trata de hacer más, sino de hacer mejor. Actividades bien alineadas con la dificultad detectada, acompañadas de retroalimentación clara, suelen generar mejores resultados que una gran cantidad de ejercicios sin foco.

Un ejemplo de re-enseñanza

Estudiantes de 4° básico respondieron incorrectamente la siguiente pregunta de selección múltiple: "¿De dónde vienen las gotas de agua que aparecen en el exterior de un vaso con jugo helado?" (La opción más elegida fue: "El líquido atraviesa el vidrio hacia afuera").

Con esta evidencia, el profesor decide re-enseñar el concepto de Condensación (el vapor de agua invisible en el aire pasa a estado líquido al enfriarse).

Para ello, realiza la siguiente demostración: Llena un vaso de vidrio con agua y mucho colorante rojo, y agrega hielo. Espera a que el vaso "transpire" y luego pasa una servilleta blanca por el exterior frente a la clase. Al mostrar que la servilleta sale mojada pero sin color rojo, demuestra visiblemente que el agua no atravesó el vidrio, sino que tuvo que venir del aire exterior.

Luego, propone: "Observen la servilleta. Está mojada, pero blanca. Si el agua hubiera salido de adentro del vaso... ¿de qué color debería estar la servilleta? Entonces, si el agua no salió de adentro, y tampoco llovió en la sala... ¿de dónde salió esa agua que mojó el vidrio por fuera?"

Esta pregunta funciona porque obliga a los estudiantes a contrastar su idea anterior con la prueba física. Se espera que los estudiantes respondan: "La servilleta debería ser roja si el agua saliera del vaso. Como es transparente, tuvo que venir del aire que chocó con el frío."

Volver a evaluar para cerrar el proceso

La re-enseñanza no se completa si no volvemos a mirar evidencias. Re-evaluar es lo que nos permite saber si el ajuste funcionó. Esta evaluación no tiene que ser extensa ni formal. Puede ser una pregunta clave al final de la clase, una breve actividad de aplicación, una explicación oral o un ejercicio corto.

Lo importante es comprobar si ahora el estudiante puede hacer lo que antes no lograba hacer. Si el resultado mejora, la re-enseñanza cumplió su propósito. Si no, no es un fracaso: es información nueva que nos permite seguir ajustando la enseñanza.

Conclusión

La re-enseñanza basada en datos no es una estrategia adicional que se suma a la lista de tareas docentes. Es una forma distinta de mirar la enseñanza. Implica asumir que el aprendizaje no siempre ocurre a la primera y que eso no es un problema, sino una parte natural del proceso educativo.

Cuando analizamos evidencias y ajustamos nuestra enseñanza a partir de ellas, dejamos de reaccionar desde la prisa o la frustración y empezamos a actuar con intención pedagógica. Re-enseñar así nos permite tomar mejores decisiones: saber cuándo detenernos, cuándo cambiar de enfoque y cuándo avanzar. Nos ayuda a respetar los tiempos de aprendizaje sin renunciar a los objetivos.

Además, esta forma de re-enseñar envía un mensaje poderoso al estudiantado: equivocarse es válido, aprender lleva tiempo y siempre hay nuevas oportunidades para comprender. El aula se convierte entonces en un espacio más justo, donde el error no marca límites, sino caminos.

Re-enseñar no es retroceder ni perder tiempo. Es invertirlo mejor. Es enseñar con evidencia, con propósito y con la convicción de que todos pueden aprender cuando la enseñanza se ajusta a lo que realmente necesitan.

Cuando usamos los datos para guiar la re-enseñanza, el error deja de ser un problema y se convierte en una oportunidad. Y eso, en la práctica docente, marca una diferencia profunda.

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